viernes, 23 de diciembre de 2016

Deshaces todo lo malo que tocas.


Hoy me ha hablado de París.

Podría sonar típico,
si no hubiese sido ella yo también lo hubiese pensado.

Pero hoy me ha hablado de París
y París era nuestro, sólo nuestro.
Nadie se había enamorado antes allí,
nadie había prometido el resto de su vida
subidos a la Torre Eiffel.

Nadie había caminado por sus calles
ni le había tapado los ojos a los ojos que quiere ver cada mañana.

Nadie había hecho tanto el amor allí,
nadie había follado tan salvajemente allí,
nadie.

Hoy me ha hablado de París,
y he mirado mi correo esperando encontrar los billetes
y he mirado mi armario pensando en qué meter en la maleta
y he pensado en el trabajo y en cómo pedir días libres
y he pensado cómo voy a decirles a mis padres
que me he vuelto a enamorar
y que mi corazón vuelve a estar
jodidamente lejos
de mi pecho.


Hoy me ha hablado de París.
De nosotras en París.

Y "De nosotras en París"
París me ha dado igual.





martes, 13 de septiembre de 2016

Nueve pitidos y un contestador.


Sé que no es fin de año, pero he acabado con el último de los propósitos de éste y me parece una excusa cojonuda para fingir ante todos que sé de lo que hablo. La vida. Apenas tengo un año de vida. Pero he aprendido más de lo que ninguna herida es capaz de enseñar a la piel. He sobrevivido a dos huracanes, me mudé porque la casa quedó destrozada después del último y en marzo ya contaba con seis cicatrices nuevas. No hablo de metáforas, es tan sencillo como ser torpe y querer andar y besar al mismo tiempo. A día de hoy suman catorce, ayer me las contó el cuchillo con el que hoy me gustaría dormir. Hace un año que nací y hace cuarenta y siete noches que no dormía sola. Te echo de menos.

Me agujereé la piel más delicada en enero y unas manos extrañas me escribieron algo que llevaré el resto de mi huida en abril. Supongo que un tatuaje es la manera absurda del ser humano de decirle a su pasado que ya nunca más podrá decir que conoce el cuerpo que tanto le diste a conocer. Apenas he cambiado y sin embargo ha cambiado todo. Es como caminar por la misma calle de siempre pero de repente, te atreves a hacerlo con los ojos abiertos.

Hace seis meses me rompieron el corazón y me gusta poder hablar de ti sabiendo que a ojos del mundo mi dolor siempre pertenecerá a otra persona porque el mundo está ciego y a ti pude verte sólo yo. Esa es mi suerte. Ese fue mi privilegio. No gritarte al mundo, hacernos en silencio para no dejar de hacernos nunca.

A veces te escribo, te escribo siempre que quiero saber quién soy. La mayor parte del tiempo te niego pero hace dos semanas y tres días lloré sin motivo y las lágrimas sabían a lo que siempre dije que nunca haría.

Olvidarte.

No lo he hecho, pero al parecer y según cuentan los que poco saben, se me da de puta madre hacer pensar lo contrario a quien alardea de saberlo todo.

No digo que te quiera porque no quiero mentirte, pero te quiero y te juro que es verdad.

Echo de menos la chica en que me convertía cuando te cogía de la mano. Echo de menos respirarte y oírte cantar.

He agotado mis propósitos de año nuevo y ni siquiera estamos en octubre. Quiero que llegue el invierno y que vuelvas a decirme que me parezco a todas las cosas bonitas de tu vida. También quiero que me perdones porque sobra la poesía para decir que a veces una es simplemente gilipollas y es sencillamente tan fácil como eso. Como admitirlo y agachar la certeza.

Te escribo cada vez que me acuerdo de ti, y ese es el total de la suma de todas las veces en que sé quién soy. No es que dejara de ser después de ti, es que contigo era más yo y tú eras siempre preciosamente tú.

Parece absurdo el resultado final.

Hace un año nací por segunda vez, hace seis meses lloré, hace siete te fuiste y supongo que todo lo que acabas de leer es sólo una excusa para decirte que ojalá hace veintisiete minutos me hubieses cogido el teléfono.

Justo hoy, de camino al trabajo, he vuelto a encontrarme conmigo.

En realidad no tenía nada que decir.

Sólo quería poder decirte toda esta nada a ti.

martes, 3 de mayo de 2016

El día que no te escribí.

"A mí nunca me escribes, eso no es justo."


No, no lo es, pero entiéndeme.

He escrito tanto a lo largo de mi vida que cuando te miro siento que al hacerlo serías como el resto. Y créeme, tú sólo sumas. Créeme, si no grito tu nombre es porque el mundo no está preparado para saber de la existencia de alguien como tú.

He aprendido a valorar el silencio, te aseguro que te he dicho sin palabras más de lo que a cualquiera le he gritado a voces.

Es mi manera ahora, déjame sentirte mía un poco más.

(En realidad siento miedo y te juro que no son celos, es la innegable verdad de saber que si yo no fuera yo también me enamoraría de ti y nadie tendría la culpa de eso. Por eso no te grito. Así, bajito, entre paréntesis. Como el día que.)

Te verbo.

Porque los siento todos contigo.

Porque me sobra el resto.

Porque me bastas tú.





Aquí tienes tu entrada.





Mónica Gae.

martes, 26 de abril de 2016

Yo me perdoné hace tiempo.


Voy a sincerarme conmigo misma, ojalá nunca leas esto.

Te mentí. Muchas veces, la mayoría mirándote a la cara. Te mentí al conocerte pensando que era la única manera de quererte, quizás de que me quisieras tú. Te creíste mis mentiras porque una sonrisa es un disfraz y los ojos un espejo en donde hay una claqueta anunciando el fin. 

3, 2, 1.... 

No te quise nunca, pondría la mano en el fuego y sé que sentiría frío. Jamás me quisiste tú a mí, me metería en un bosque en llamas y saldría ilesa al jurar esto. Voy a empezar la siguiente frase con lo que nunca fuiste: Mi amor, nadie ha ocupado aún tu lugar porque nunca tuviste uno. Ojalá te sirva de algo saber que el dolor de tu muerte no llegó al quinto día. Ojalá te sirva de algo saber que el sexto alguien hizo de mi estómago un circuito de alta velocidad y apenas tardé dos segundos en dejar de sonreír: a ella nunca he querido mentirle. Empecé esta vez por el final porque la última página de un buen libro siempre te deja la boca abierta y era justo por ahí por donde quería que entrara.  

“No voy a quererte nunca, pero deberías probar a qué sabe una chica que ha nacido por segunda vez y aún no le tiene miedo a la muerte.” 

Al parecer cuando dices esa frase, luego te besan. 

Lo bueno de que te aplasten el corazón es darte cuenta de que tienes uno. Qué pena diría que me das cada vez que recuerdo el eco de tu pecho. Los dos primeros días los pasé en el suelo, las náuseas se pasaron el tercero, el peor fue el cuarto y aún veo gusanos en tu cara cuando miro por error una fotografía nuestra. Todo eso diría en un juicio y el polígrafo apenas temblaría. Qué mentira más mentira fuimos. Qué guapa te diría que sigues siendo si me quisiera seguir mintiendo.

Me gustaría que supieras que tú también tienes derecho a odiarme: nunca hubo ninguna mudanza. Sólo quería ver que me estaba equivocando contigo. Sí, por supuesto que trescientos kilómetros merecían la pena. Tenerla enfrente fue algo más que no tenerte a ti enfrente, fue saber lo que quería a mi lado. Me cegó su azul y te mentí mirando el tuyo. Un año después de aquello sus labios siguen teniendo el mismo sabor de la miel en donde ahora veo crecer nuestro árbol. Esa frase nunca fue para ti y ya es hora de que lo sepas.

Mi amor, nunca lo fuiste.

Nunca te quise.

Apenas doliste.

No recuerdo las facciones de tu cara, de tu voz sólo sé que me gusta más la suya, pero tu nuca sí la recuerdo, siempre me gustó. Ahí no hay mentiras, es la zona cero. Ojalá seas feliz, ojalá consigas ser algo para alguien. 

Anoche soñé contigo y estabas muerta y esto no es una metáfora ni un juego de palabras, es sólo que anoche soñé contigo y han vuelto las náuseas de los tres primeros días al pensar que a día de hoy puedas siquiera seguir pensando que todo lo que te dije el segundo último día fuera causa del dolor. No lo fue. Ya no dolías por aquel entonces. Ya no doliste más y sin dolor reitero las últimas verdades:

Fuimos un error. Nos cometimos. Deliberadamente nos hicimos. Caímos en nosotras mismas, nunca te quise. No te engañes, nunca fuimos. Con el corazón que ahora tengo te pido perdón. 

Te hubiese escrito antes, pero lo triste y cierto es que la vida sigue y siguió para ambas y no he tenido tiempo ni ganas de hacerlo, que es la forma más suave que se me ocurre de decirte que no me he acordado de ti hasta hoy.  

Y por si aún los ves, dile a mis fantasmas que no te persigan, que no se engañen, ellos tampoco querrán nunca saber nada de ti. 



Mónica Gae.

viernes, 5 de febrero de 2016

Maldita seas.


Maldita seas.

Sí, maldita seas
tú y tus ojos.

Yo y mi incapacidad
para dejar de mirarte.

Maldita sea la noche
en que olvidé hablar
por tenerte delante,
pero joder,

¿qué se supone que se le dice
a la chica con la que todos quieren bailar?




Pero qué forma de moverte.
Pero qué forma de no mirarme.

Pero qué formas
tan absurdas
de perder
las mías.

No sé si te lo han dicho antes
pero parece que tengas en la piel cuchillos
y me encantaría morir desangrada
desde que sólo pienso en rozarte.

Que ojalá seas de ese tipo de chicas
que se enamora de una sonrisa.

Que tengo un ejército preparado
y una amenaza de vida:

O dejas de callar así
o voy a tener que enamorarme.


Mónica Gae.