Sé que no es fin de año, pero he
acabado con el último de los propósitos de éste y me parece una
excusa cojonuda para fingir ante todos que sé de lo que hablo. La
vida. Apenas tengo un año de vida. Pero he aprendido más de lo que
ninguna herida es capaz de enseñar a la piel. He sobrevivido a dos
huracanes, me mudé porque la casa quedó destrozada después del
último y en marzo ya contaba con seis cicatrices nuevas. No hablo de
metáforas, es tan sencillo como ser torpe y querer andar y besar al
mismo tiempo. A día de hoy suman catorce, ayer me las contó el
cuchillo con el que hoy me gustaría dormir. Hace un año que nací y
hace cuarenta y siete noches que no dormía sola. Te echo de menos.
Me agujereé la piel más delicada en
enero y unas manos extrañas me escribieron algo que llevaré el
resto de mi huida en abril. Supongo que un tatuaje es la manera
absurda del ser humano de decirle a su pasado que ya nunca más podrá
decir que conoce el cuerpo que tanto le diste a conocer. Apenas he
cambiado y sin embargo ha cambiado todo. Es como caminar por la misma
calle de siempre pero de repente, te atreves a hacerlo con los ojos
abiertos.
Hace seis meses me rompieron el corazón
y me gusta poder hablar de ti sabiendo que a ojos del mundo mi dolor
siempre pertenecerá a otra persona porque el mundo está ciego y a
ti pude verte sólo yo. Esa es mi suerte. Ese fue mi privilegio. No gritarte al mundo, hacernos en silencio para no dejar de hacernos nunca.
A veces te escribo, te escribo siempre
que quiero saber quién soy. La mayor parte del tiempo te niego pero
hace dos semanas y tres días lloré sin motivo y las lágrimas
sabían a lo que siempre dije que nunca haría.
Olvidarte.
No lo he hecho, pero al parecer y según
cuentan los que poco saben, se me da de puta madre hacer pensar lo
contrario a quien alardea de saberlo todo.
No digo que te quiera porque no quiero
mentirte, pero te quiero y te juro que es verdad.
Echo de menos la chica en que me
convertía cuando te cogía de la mano. Echo de menos respirarte y
oírte cantar.
He agotado mis propósitos de año
nuevo y ni siquiera estamos en octubre. Quiero que llegue el invierno
y que vuelvas a decirme que me parezco a todas las cosas bonitas de
tu vida. También quiero que me perdones porque sobra la
poesía para decir que a veces una es simplemente gilipollas y es
sencillamente tan fácil como eso. Como admitirlo y agachar la
certeza.
Te escribo cada vez que me acuerdo de
ti, y ese es el total de la suma de todas las veces en que sé quién
soy. No es que dejara de ser después de ti, es que contigo era más
yo y tú eras siempre preciosamente tú.
Parece absurdo el resultado final.
Hace un año nací por segunda vez, hace seis meses lloré, hace siete te fuiste y supongo que todo lo que acabas de leer es sólo una excusa para decirte que ojalá hace veintisiete minutos me hubieses cogido el teléfono.
Hace un año nací por segunda vez, hace seis meses lloré, hace siete te fuiste y supongo que todo lo que acabas de leer es sólo una excusa para decirte que ojalá hace veintisiete minutos me hubieses cogido el teléfono.
Justo hoy, de camino al trabajo, he
vuelto a encontrarme conmigo.
En realidad no tenía nada que decir.
Sólo quería poder decirte toda esta
nada a ti.